El Club Lanรบs le rinde homenaje a Javier Gerez, hincha y socio de la instituciรณn asesinado el 10 de junio de 2013, vรญctima de violencia institucional en el รnico de La Plata.
Newellโs saliรณ campeรณn del Torneo Final de 2013 un miรฉrcoles a las tres de la tarde. El plantel estaba concentrado en un hotel cรฉntrico de Resistencia, capital chaqueรฑa: horas despuรฉs perderรญa 1 a 0 contra Talleres por los octavos de final de la dรฉcima ediciรณn de la Copa Argentina. Los futbolistas atragantaban la celebraciรณn en un hall รญntimo mirando por televisiรณn cรณmo Lanรบs no podรญa superar a Estudiantes en un partido que llevaba nueve dรญas incompleto. Al campeonato le sobrรณ una fecha. Lanรบs debรญa meter tres goles en un partido enano -un tiempo de 22 minutos mรกs otro de 23- para ahogar la consagraciรณn de Newellโs. No hizo ninguno. Perdiรณ por los goles que Leandro Desรกbato y Duvan Zapata habรญan marcado el lunes 10 de junio de 2013 en el Estadio รnico de La Plata en el primer tiempo de un duelo bisagra, definitivo, fatรญdico.
El รกrbitro Patricio Loustau interrumpiรณ dos veces esa primera etapa. El partido habรญa empezado a las cinco de la tarde. A los ocho minutos con 27 segundos, antes de que Lanรบs reanudara el juego desde un tiro de esquina, el juez sonรณ el silbato: cuatro pitidos cortos, rรญtmicos, estridentes. Habรญa corridas en la tribuna visitante. Los hinchas granates personificaban el desorden. Una confrontaciรณn en la zona de accesos condensaba el foco del conflicto. โEstรก contenido por Infanterรญa del otro ladoโ, le precisรณ el jefe del operativo policial al รกrbitro en un diรกlogo que se infiltrรณ por un micrรณfono indiscreto de la transmisiรณn. โยฟSe puede?โ, le preguntรณ Loustau, desconfiado. A los nueve minutos y 53 segundos, Vรญctor Ayala ejecutรณ el cรณrner. La policรญa habรญa garantizado la continuidad del espectรกculo deportivo.

Aunque no por mucho tiempo. A los diez minutos y 21 segundos, el silbato de Patricio Loustau volviรณ a sonar intempestivamente: cuatro pitidos cortos, rรญtmicos, estridentes para invalidar una pelota dividida en mitad de cancha. El caos en las tribunas no habรญa cesado. Los ruidos de detonaciones, los tumultos y los desplazamientos masivos se habรญan potenciado. Las รกreas superiores de ingreso a la tribuna escondรญan el nudo del problema. La atmรณsfera se habรญa teรฑido de incertidumbre. Se adivinaba un enfrentamiento entre la parcialidad visitante y la policรญa. El grueso de los hinchas -los caracterizados- habรญan llegado tarde, con el primer tiempo ya iniciado. En ese ingreso se habรญa desatado una disputa que perturbaba el normal desarrollo del partido. Loustau advirtiรณ este proceso antinatural. Hinchas agitados, alterados, vehementes hacรญan inviable la prรกctica del juego.
Tres minutos estuvo detenido. Se reanudรณ. Hubo dos goles. El primer tiempo terminรณ y con รฉl, el partido. La suspensiรณn se acordรณ en el entretiempo, cuando Alejandro Marรณn, presidente de Lanรบs, comprendiรณ los fundamentos de esa crispaciรณn tribunera. Habรญa un asesino. Habรญa un muerto. Habรญa sido por un disparo a quemarropa de la policรญa. Habรญan matado a un hincha. Habรญan matado al Zurdo. โDecidimos suspenderlo. Lo mรกs aconsejable era ponerle fin de esta manera. Lo รบnico que puedo decir es que lamentamos la muerte de una personaโ, explicรณ Marรณn tras un cรณnclave entre los dirigentes y el รกrbitro. โNo estaban los รกnimos, no podรญa continuar un espectรกculo deportivo con la muerte de alguien. No sabemos quรฉ sucediรณ, pero con el dato de un muerto no amerita otro tipo de decisiรณnโ, acreditรณ Enrique Lombardi, presidente de Estudiantes.

Javier Martรญn Gerez naciรณ el primer dรญa de abril de 1971 en el hospital general de agudos Josรฉ Marรญa Penna. Argentina Leyes, su madre, era una adolescente de 17 aรฑos. Fue el primero de sus siete hijos. Despuรฉs nacieron Marcelo Daniel, Gastรณn Alejandro (falleciรณ a los 18 aรฑos de cรกncer de pรกncreas), Mercedes Lidia, Ana Karina, Carlos Nรฉstor y Abraham Ramรณn. Argentina fue una niรฑa huรฉrfana y una esposa golpeada. 45 dรญas despuรฉs de que naciera su รบltimo hijo, crecida en valentรญa y honor, hizo lo que no se habรญa animado antes: separarse de su marido. รl se quedรณ en la casa familiar de Villa Diamante, partido de Lanรบs. Ella y sus hijos se mudaron al barrio Santa Lucรญa, en Monte Grande. Adquirieron un terreno en cuotas. Levantaron una casilla: dos habitaciones y una cocina. El baรฑo estaba afuera.
Mercedes fue la รบnica que volviรณ con su padre: le tenรญa miedo a los sapos, que se infiltraban de noche y asaltaban su cama. Habรญa pedido dormir encima de la mesa de la cocina para neutralizar el trauma. Javier ya era un adolescente. Su escolaridad terminรณ con la primaria. Iba a doble turno, a la maรฑana y a la noche. No por aplicado: dejรณ de ir a la nocturna cuando su mamรก descubriรณ que iba solo para jugar al truco con sus compaรฑeros. En su รบnico egreso, Javier llorรณ. Se sintiรณ distinto y desamparado. Sus padres no asistieron al acto. Ni el padre, con quien habรญa cortado vรญnculo, ni la madre, rehรฉn de sus obligaciones: la estabilidad familiar dependรญa de sus compromisos laborales. No hubo mรกs clases para รฉl despuรฉs de esa solitaria y รบltima graduaciรณn.
La pobreza ahorcaba. El mango escaseaba. A los catorce aรฑos saliรณ a trabajar y a contribuir. Una panaderรญa, una compaรฑรญa de ascensores, una jugueterรญa en la intersecciรณn de San Juan y Quintino Bucayuva, en el barrio porteรฑo de Boedo; su derrotero de changas fue extenso y confuso. A las siete de la tarde entraba con su mamรก a unas oficinas ferroviarias, donde ella era la encargada de limpiar y ordenar. A las once de la noche terminaban. Al otro dรญa, otra vez el doble turno. โCuidar chicos, lavar platos, limpiar pisos, siempre anduvo conmigo por todos lados. Donde yo iba, lo metรญaโ, cuenta su madre.

Cuando no trabajaba, Javier jugaba a la pelota en la calle, en la canchita, en la plaza, en todos lados y en Huracรกn. Jugaba bien, dicen. Por el fรบtbol lo apodaron Zurdo. Lo fueron a buscar ojeadores de Temperley y de Nueva Chicago. Los recibiรณ su madre. Los reclutadores les ofrecieron mudarse a un departamento. La decisiรณn la tomรณ รฉl. Se negรณ: rechazรณ la propuesta sin vacilaciรณn. No querรญa ir. Habรญa algo de su entorno que lo avergonzaba. Su vocaciรณn de futbolista no comulgaba con su verdadera pasiรณn: el Club Atlรฉtico Lanรบs. En la adolescencia empezรณ a ejercer ese fanatismo, al principio testimonial. La cancha y el club. El club y la cancha. La religiรณn granate. Le consiguieron una bicicleta vieja para agilizar su fervor. โSiempre estaba ahรญ, no importa si habรญa partido, si llovรญa -recuerda Argentina-. Siempre lo ibas a encontrar en el clubโ.
En paralelo, su itinerario laboral se cortรณ cuando consiguiรณ estabilidad en el sindicato de camioneros. Se enamorรณ de Vanesa, se mudรณ de regreso a Villa Diamante. En 2001, a sus treinta aรฑos, naciรณ Rodrigo, su รบnico hijo. Siempre volvรญa a Monte Grande. Pasaba, llevaba comida, regalos, plata, consejos. โNunca vayan a hacer nada extraรฑo. Si no tienen plata para algo, pidanme a mรญ o avรญsenle a mamรกโ, les decรญa a sus hermanos. Las vacaciones eran temporada baja para su familia. Su mamรก, personal domรฉstico, se quedaba sin trabajo cuando sus patrones ya no precisaban sus servicios. Las hermanas vendรญan ropa comprada en remate, Abraham salรญa a ofrecer bizcochuelo por el barrio, Argentina cambiaba kilos de diarios por monedas.
โMami, vamos a pagar la mitadโ, le dijo un verano cualquiera, dรญas despuรฉs de cobrar el aguinaldo. โAndaba con zapatillas gastadas pero preferรญa que este terreno se pague para que nadie nos lo quiteโ, rememora su madre. Tenรญan una deuda con la inmobiliaria. Javier se presentรณ con la libreta de pago y dinero en efectivo dispuesto a saldar la mora y adelantar pagos. โYo la conozco a tu mamรก. Vamos a quedar asรญโ, le indicรณ el hombre, condescendiente. La compra estaba liquidada. โFue una bendiciรณn del cieloโ, resume la mujer.
El frente de la casa lo pintรณ de granate. La cama y la habitaciรณn tambiรฉn. Le regalaba ropa a su mamรก o a sus hermanos de un solo color. A Argentina le robaba manteles y sรกbanas blancas para hacer banderas. A ella, de River, le contagiรณ el afecto por Lanรบs. A sus hermanos los adoctrinaba. A Carlos, a Abraham y a Mercedes los convirtiรณ. A los otros solo logrรณ que le tuvieran cariรฑo. A los pibes del barrio los evangelizaba: los sacaba de la calle, los metรญa en el club, los agasajaba. Era un predicador granate: socio nรบmero 8643. โToda su felicidad era el clubโ, dice su madre.

La cancha era su misa. No iba, peregrinaba. No era barra brava de La 14. Nunca lo fue. La subcomisiรณn del hincha fue su refugio y su catalizador. Era un personaje caracterรญstico de la popular granate. Llevaba bombos, cargaba banderas, arreaba gente. โFormamos la subcomisiรณn para estar del lado del hincha comรบn, el que va a todos lados, para facilitar los viajes, sacar micros, hacer la fiesta en la tribuna con las banderas, los globos, los bombos. Nos dedicรกbamos a eso. Con la hinchada tenรญamos vรญnculo pero no tanto. Tratรกbamos de separar las cosas. La hinchada era la hinchada y la subcomisiรณn del hincha era otra cosaโ, recuerda Adriรกn Russo -o Sander en su apodo de tribuna-, un รญntimo amigo de cancha.
Adriรกn sabรญa que el Zurdo tenรญa una novia que se llamaba Vanesa y un hijo que se llamaba Rodrigo, sabรญa que trabajaba en el sindicato de Camioneros, y no sabรญa nada mรกs. โรramos amigos de cancha -sintetiza-. Nos juntรกbamos mucho durante la semana para hablar de los viajes, pero vida social fuera de la cancha no tenรญamosโ. Para ellos, la vida se reducรญa a una sola cosa. Habรญan patentado una frase que hicieron slogan, que escribieron en telas blancas, en paredes, en remeras, en camperas: โPor estos colores doy la vidaโ.
Javier solรญa llegar temprano a la cancha para acomodar los trapos, su tesoro: conseguรญa lugares codiciados que no entorpeciera la visiรณn de los hinchas. Todos lo conocรญan. โEl Zurdo era muy serio. No era falso, no era esa persona simpรกtica que vas a ver llegando a la cancha saludando a todo el mundo con una sonrisa. Llegaba e imponรญa respeto. Era un referente de la tribuna, un fanรกtico enfermo de Lanรบs, que daba todo por estos coloresโ, relata su amiga Leticia Sarria, socia nรบmero 3259. โTodo el tiempo estaba intentando armar fiesta en la tribuna. A mรญ me volvรญa loca. Me decรญa โacompaรฑame a tal lado que conseguรญ una tela re barataโ. Todo el tiempo querรญa hacer trapos nuevos, arreglar los viejos. Y yo la tenรญa que acompaรฑar en sus caprichos. Se desvivรญa por el club. Hacรญa todo por Lanรบs. Daba hasta lo que no tenรญa. Y todo de su bolsillo. Nunca le pidiรณ un peso a nadie ni armรณ una rifa. Se encargaba de todo, de la fiesta y de que no hubiera quilombos. Ibas a la cancha y sabรญas que te sentรญas cuidado por alguienโ, recuerda.

Leticia estรก la tarde del lunes 10 de junio de 2013 en el Estadio รnico de La Plata. Lanรบs pelea la punta del campeonato. Ataja Esteban Andrada, defienden Paolo Goltz, Carlos Izquierdoz, Maxi Velรกzquez, juegan Guido Pizarro, Diego Gonzรกlez, Vรญctor Ayala, meten goles Silvio Romero, Ismael Blanco, dirige Guillermo Barros Schelotto. Suma 29 puntos, dos menos que los lรญderes Newellโs y River. Faltan tres partidos para el desenlace del Torneo Final 2013 y en la prรณxima fecha jugarรก contra River en la Fortaleza. Una multitud se organiza para llenar la popular visitante un dรญa laborable a las cinco de la tarde. Javier va en combi: lleva los trapos y los bombos. Su hermano Carlos quiere ir en moto. Su hermano Abraham quiere llevar a sus hijos. รl les dice que no y menos con los nenes. Javier habรญa parido un presentimiento. Las represiones en las canchas de la provincia de Buenos Aires se vuelven asiduas. Los hinchas visitantes son el blanco favorito de las fuerzas de seguridad.
El Ascenso cumple nueve aรฑos sin hinchas visitantes tras el asesinato de Marcelo Cejas, fanรกtico de Tigre, en manos de la barra brava de Nueva Chicago. En Primera Divisiรณn, los partidos con dos hinchadas subsisten mientras los episodios de violencia escalan. โHabรญamos hablado por telรฉfono porque habรญamos quedado que llegaba y nos tomรกbamos una coca. Yo lleguรฉ temprano con mi papรก y mi hermano, me ubiquรฉ abajo. Al Zurdo no lo vi nunca mรกsโ, recuerda Leticia.
Javier va en combi. Habรญa convencido a sus hermanos de que no mejor se quedaran en casa. Habรญa concebido un magro presagio. โCada vez que iba a la cancha me daba miedo -narra Argentina-. Una vez fui a la cancha de River con una amiga. Nos corrieron, nos tiraban con botellas, la pasamos horrible. Fuimos solas y tarde. Nos metimos arriba y no lo encontramos a รฉl. Siempre tuve miedo de que le pasara algo. Aunque รฉl no se metiera en ningรบn lรญo. No le gustaba. Si hacรญa lรญo la barra, รฉl se quedaba en el micro, no se enfrentaba con nadie. Lanรบs era otra cosa para รฉlโ.
A Leticia cuando la veรญa en la tribuna se tranquilizaba. Le decรญa โquรฉ suerte que pudiste entrar bienโ. No era amigo de todos. Solo su cรญrculo รญntimo le conocรญa la risa. Era grandote, tenรญa el gesto adusto y no destilaba simpatรญa. Infundรญa respeto. Era un hombre de cรณdigos. โSiempre se aseguraba de que sus amigos estuviesen bien, de que no le faltara nada. Odiaba la violencia. No le gustaba la gente que iba a la cancha a hacer quilombo, a pelearse, menos la gente que llegaba dada vuelta. รl decรญa que para ir a la cancha y mรกs de visitante habรญa que estar lรบcido, porque habรญa que cuidarse, cuidar a los amigos, a los familiares, a las banderas. No le gustaban los problemas ni los quilombosโ.
Pero la obligaciรณn moral y el sentimiento de injusticia lo dominan. Javier va en combi. A su lado viaja Adriรกn. โLa subcomisiรณn, en ese momento, se encargaba de las banderas, los bombos, los traslados -dice Sander-. Si jugรกbamos de local comรญamos un asado en el club. De visitante nos juntรกbamos muchas horas antes para organizar los micros y llevar a la gente. Ese dรญa nos juntamos como cualquier otro dรญa para disfrutar la cancha de nuestro querido Lanรบs. Nos juntamos en la cancha. El punto estaba ahรญ. Habรญamos sacado varios micros y nosotros viajamos en la Traffic de un amigo que la ponรญa para que llevemos los bombos y las banderasโ.
Van en la primera fila de la camioneta, delante de los trofeos. El Zurdo, cerca de la ventana. En medio del trayecto, Adriรกn saca su telรฉfono celular. Quiere eternizar el momento. Viste una camiseta blanca de Lanรบs y una visera granate. Su amigo, una campera azul de la selecciรณn argentina y una gorra oscura. Se sacan una foto, aunque a Javier no le gusten las selfies. โUy, quรฉ feo que salimosโ, le dice. โY si somos feos, ยฟcรณmo รญbamos a salir?โ, le responde. El diรกlogo es un retazo valioso en la memoria de Adriรกn. La prรณxima vez que viajarรกn juntos serรก minutos despuรฉs en una ambulancia.
Arriban al estadio platense. El partido ya estรก en curso. Habรญan ido varias veces al รnico. Sus aรฑos de cancha ya se miden en dรฉcadas. Los viajes por el interior del paรญs y los paรญses limรญtrofes se cuentan en decenas. Esa tarde de lunes perciben una tensiรณn distinta. โCuando llegamos sentimos un clima raro con la policรญa. Estaban muy prepotentes, muy represivos hasta con las mujeres y los chicos. Aunque siempre son asรญ, esta vez los notamos mรกs raros, como si algo anduviera malโ, recuerda Adriรกn.

Bajan de la camioneta. Se activa el protocolo. Les revisan los bolsos y las banderas. Los conducen hacia el estadio. La hinchada viene varias cuadras detrรกs de ellos. Mientras caminan hacia la tribuna escuchan disturbios entre la barra y la policรญa bonaerense: no los quiere dejar pasar. La ola de represiรณn les alcanza a ellos, que marchan raudos y ensimismados en su tarea de custodios: deben proteger los trapos y los bombos. โEmpieza a correr gente para todos lados -relata Adriรกn-. Los de infanterรญa nos tiran los caballos encima. รramos todos chicos comunes. No รฉramos barras. Pasan pibes corriendo que dicen que se armรณ lรญo con la hinchada. Pero como nosotros no รฉramos parte de la hinchada seguimos caminando cuidando las banderas y los bombos. Cuando estamos llegando a la entrada, empezamos a escuchar disparos de balas de goma a lo locoโ.
รl cierra la fila de la subcomisiรณn. Lleva un bombo en los hombros. Despuรฉs del terraplรฉn, ya en los accesos de la puerta B, distingue a tres efectivos de la policรญa bonaerense cargar sus escopetas: โยกLes estรกn disparando a los chicos que entran con los bolsos y las banderas! Por eso Javier sale de la fila indignado y empuja al policรญa que le estรก tirando a todosโ. La escena se hace caos. La represiรณn a la hinchada en el primer control se traslada a la boca de la tribuna. Policรญas disparando a mansalva, corridas, desmadre. El silbato de Patricio Loustau suena por primera vez cuatro veces seguidas. Vรญctor Ayala no lanza el saque de esquina y espera.
Adriรกn se tropieza. Levanta un bolso con banderas que a alguien se le habรญa caรญdo. Entra a la tribuna. Baja las escaleras, deja las cosas debajo de un paravalanchas. Sabe que tiene que volver a subir. โMe avisan que le dieron al Zurdo. Voy corriendo. Ya lo habรญan llevado para atrรกs del cordรณn policial. Me quedo ahรญ con รฉl esperando que llegue la ambulancia. No tardรณ mucho. Habrรกn sido diez o quince minutos. Lo cargan. Me subo con รฉl en la ambulanciaโ. Lanรบs empata 0 a 0 con Estudiantes en el Estadio รnico de La Plata, mientras Javier Gerez muere antes de llegar al hospital.
Argentina estรก en su casa con Antonio, su pareja. A las siete de la tarde รฉl se va a trabajar: es empleado de seguridad. Ella sabe que a las cinco juega el Lanรบs de sus hijos. Calienta la pava del mate y se sienta en el sillรณn a ver el partido. โEn la tele hablan de que se armรณ lรญo en la cancha de Estudiantes, que hay un hincha herido. En un momento dicen que tambiรฉn hay un hincha asesinado. โPobre madre -dije yo-. ยฟQuiรฉn sabe quรฉ chico serรก?โ. Terminamos de tomar mate, รฉl estaba armando el bolso porque siempre se iba un rato antes. Hasta que en la tele dicen que el hincha asesinado es Daniel Gerezโ.
El segundo hijo de Argentina es Marcelo Daniel Gerez. Pero no es hincha de Lanรบs ni va a la cancha. A las cinco de la tarde de ese lunes estรก trabajando de barrendero. La mujer queda desconcertada y alerta. La casualidad del apellido es abrumadora. En la casa hay dos telรฉfonos celulares y uno de lรญnea. Abraham llama al de lรญnea. โMa, no creas lo que estรกs diciendoโ, le dice. Otro llamado, esta vez a un celular y de su hija Mercedes. El mensaje es idรฉntico: โNo creas lo que dicen de Javierโ, le pide. Argentina entra en un limbo de confusiรณn y pavor. No sabe quรฉ creer, quรฉ pensar, quรฉ sentir. En la televisiรณn ya habรญan corregido el nombre del hincha asesinado: se llamaba Javier Gerez.
Empiezan a estacionar autos en la puerta de su casa. Sus dos hijas entran llorando. Carlos y Abraham, que no habรญan ido a la cancha por expreso pedido de su hermano mayor, piden un remis para ir al รnico de La Plata. No llegan al estadio. Se desvรญan al Hospital San Roque, en Gonnet. El Zurdo llegรณ sin vida. Cayรณ con la entrada presionรกndosela contra el pecho. Un efectivo de la policรญa bonaerense le habรญa efectuado un disparo a sesenta centรญmetros: los perdigones de la Ithaca 37 le abrieron un agujero de cuatro centรญmetros en el medio del tรณrax.
Desde la cancha Leticia llama a su mamรก, Silvia Salcedo -socia vitalicia nรบmero 2174, futura integrante de la comisiรณn directiva, presidenta del departamento Cultura e integrante de la subcomisiรณn de Derechos Humanos-, que no habรญa ido al estadio porque estรก trabajando como docente. La insistencia de la llamada la obliga a quebrar el formalismo y atender en mitad de la clase. โLo mataron al Zurdoโ, le repite su hija, sin sosiego. Corta y le avisa desesperada a la secretaria del presidente, inmediatamente. Habrรก sido uno de los tantos hinchas que le hacen llegar a Marรณn la razรณn detrรกs de los tumultos en la popular. Partido suspendido por la muerte de un hincha de Lanรบs anuncian las noticias. El segundo tiempo en La Plata no se jugarรก ese lunes: se reanudarรก nueve dรญas despuรฉs, el miรฉrcoles en que Newellโs festejรณ el tรญtulo en el hall de un hotel de la capital chaqueรฑa.

El Zurdo fue la vรญctima 275 de la violencia en el fรบtbol argentino, de acuerdo al registro de la ONG Salvemos al Fรบtbol. La lista de muertes creciรณ y no se detuvo aรบn con la resoluciรณn de prohibir los hinchas visitantes que la Asociaciรณn del Fรบtbol Argentino decidiรณ tras el caso Gerez. La medida iba a ser transitoria: una reacciรณn alรฉrgica que se extenderรญa, en principio, hasta la finalizaciรณn del torneo. Se cumpliรณ la primera dรฉcada de una configuraciรณn cultural y futbolera que parece establecida. Las excepciones parecen eso: excepciones, como la invenciรณn de los โhinchas neutralesโ que nacieron รบnicamente con fines recaudatorios. โEn tanto y en cuanto persista la prohibiciรณn de los visitantes en los estadios, es la confesiรณn del Estado de su imposibilidad de manejar una sociedad democrรกtica en la que dos personas que piensan distinto no pueden estar en un mismo lugarโ, reflexionรณ Pablo Alabarces, licenciado en letras, escritor, sociรณlogo, profesor universitario, hincha de Vรฉlez.
La muerte de Gerez excluyรณ a los hinchas visitantes de las canchas. No asรญ a los operativos policiales, cada vez mรกs nutridos y costosos. Roberto Lezcano, Vรญctor Baccucco y Jorge Lรณpez, los tres efectivos que atacaron el paso de la subcomisiรณn del hincha granate el 10 de junio de 2013, fueron apartados de la fuerza. La causa fue elevada a juicio oral. En 2016, Roberto Lezcano, el primer acusado de homicidio, fue absuelto. โSรญ se demostrรณ en el juicio que lo matรณ otro policรญa: Vรญctor Baccucco. Eso quedรณ totalmente demostrado: fue en la rampa de la cancha, le dispararon a mansalva, a corta distancia y en el pechoโ, afirma Hugo Icazati, abogado de la familia, quien mandรณ a instruir la causa a otro juzgado con la imputaciรณn correcta a Baccucco -jubilado, ya retirado de la fuerza-. Aรบn no se sorteรณ el juzgado. El caso, archivado, parece haber caรญdo en el cono del olvido.
Su hermano Abraham nunca mรกs fue a la cancha de Lanรบs. Ningรบn otro hincha visitante fue a la cancha de Lanรบs. Una plaqueta colocada en el piso de la tribuna local dice โacรก fue feliz el Zurdo Gerez, vรญctima de la violencia estatalโ. Una pared interna del estadio tiene su cara y la frase slogan de la subcomisiรณn โpor estos colores doy la vidaโ. La subcomisiรณn se disolviรณ poco tiempo despuรฉs del crimen de uno de sus miembros. โMuchos pibes se fueron, muchos se asustaron, otros quedaron mal psicolรณgicamente y se separaron del grupo. Y como tampoco habรญa hinchas visitantes, de a poco se fue terminando todo esoโ, cuenta Adriรกn Russo. รl mismo emigrรณ dos aรฑos despuรฉs hacia la provincia de San Luis, donde reside actualmente, en busca de paz.

Argentina Leyes estuvo detenida en la comisarรญa quinta de Villa Diamante en 1975, embarazada de su segundo hijo. Militaba en el peronismo de base de la juventud peronista. โCerraba los ojos y pensaba que a la madrugada me iban a sacar. Creรญa que era boleta. Estuve treinta dรญas encerrada casi sin agua, sin comidaโ. Le pasaban fideos hervidos en botellones de lavandina. Javier era un niรฑo de cuatro aรฑos. Cuando lo asesinaron, 38 aรฑos despuรฉs, su madre dejรณ de ser una mujer sana. Todos los dรญas iba al juzgado a ver los avances de la causa. Empezรณ a sentirse mal progresivamente. No le daba entidad a esos malestares: asumiรณ que la prioridad no era su salud. En septiembre de 2013 tuvo un accidente cardiovascular. Aprendiรณ a caminar de nuevo, a mover la boca y los ojos. Tiene presiรณn emocional. Toma doce pastillas por dรญa.
A los homenajes anteriores no la habรญan dejado ir. El sรกbado 24 de junio conociรณ el viejo Estadio รnico de La Plata, hoy Estadio Diego Armando Maradona. La secretarรญa de Derechos Humanos y la subsecretarรญa de Derechos Humanos de la provincia de Buenos Aires develaron una seรฑalizaciรณn en honor a una vรญctima de la violencia institucional. El cartel tiene una fotografรญa de Javier Martรญn Gerez con la camiseta de Lanรบs. โQuiero memoria, verdad y justicia por mi hijo. No quiero que el asesinato quede impuneโ, grita Argentina.
Fuente: Infobae (2023)