Lanús está de duelo: Falleció Néstor Díaz Pérez

A los 76 años, se fue uno de los dirigentes más importantes de la historia del Granate. Quien fuera presidente de la institución en el período 1986-1989 y quien diera nombre al Estadio, entre otras cosas. Una triste noticia que se dio a conocer ayer mientras el equipo de Zielinski se enfrentaba a Cuiabá en Brasil. Desde Fortaleza Granate elegimos una nota que le pudimos realizar a fines del 2013 que refleja el tipo de persona que era Néstor y sobre todo su amor a los colores. 

“LANÚS ME SALVÓ LA VIDA”

Lanús es su segunda casa. Pocos hicieron tanto por el club de sus amores como él, que se autodefine como un simple empresario. “No tengo ningún estudio universitario como arquitecto”, explica Néstor Díaz Pérez, el principal responsable en la remodelación del antiguo estadio de tablones que hoy lleva su nombre. Puede considerarse un privilegiado: en tiempos donde el reconocimiento parece haber quedado oculto bajo la alfombra, el ex Presidente del Granate entre 1986 y 1989 tiene su merecido homenaje en vida. “Es algo extraordinario, no hacia mi persona sino para mis hijos. Sueño que mis nietos vayan a la cancha y cuando vean mi nombre piensen que el abuelo hizo algo por Lanús”, admite.
En el barrio, su nombre es sinónimo de pasión, esfuerzo y honestidad, por sobre todas las cosas. Quienes lo conocen suelen caracterizarlo como una persona sencilla, amante del buen comer y de fuertes convicciones. Sus ojos grisáceos transmiten confianza y en su rostro bonachón se aprecia el trajín de muchas batallas vividas. “No llegué solo, tuve la suerte que todos me venían a buscar porque nunca defraudé a nadie. En un club vivís más malas que buenas y, como en la vida, a las personas no se las conoce en los momentos gloriosos, sino en las situaciones límites. Ahí te das cuenta realmente que alguien nunca te va a abandonar”, sostiene mientras degusta una suculenta copa de frutillas con crema.
-¿Cómo llegaste a vincularte con Lanús? 

-Fue después de la muerte de mi madre. En ese entonces tenía dos alternativas: tomar pastillas o trabajar en el club. Era muy joven y me costó mucho superar ese momento porque para mí fue la persona más importante. En ese sentido Lanús me salvó la vida. Fue algo recíproco porque yo dejé todo por el club, a tal punto de estar dos veces internado a causa de hipertensión. En una ocasión me ayudó Quindimil (ex Intendente del municipio de Lanús), quien vino a buscarme a casa y me llevó a una clínica cercana. Después de eso no quedé bien de salud pero no me arrepiento: el club me necesitaba y yo no le podía fallar.

Acto seguido, Díaz Pérez cuenta cuáles fueron las primeras tareas que desempeñó dentro de la institución del Sur del Gran Buenos Aires. “Siempre me gustaron las divisiones inferiores y ahí fue donde aprendí todo. Empecé cerca de los 20 años en una época gloriosa de las juveniles de Lanús, con gente extraordinaria como Francisco Attadía -el máximo directivo de ese entonces- y Don Real, que trabajó hasta casi los 100 años y siempre le pagó los viáticos a los chicos. Pero la persona más extraordinaria que conocí fue Don Tito Montenegro, un capitán de la marina retirado que nació en Entre Ríos y llegó a ser prisionero en la Segunda Guerra Mundial. Los alemanes tomaron su barco, en el que le llevaba alimentos a los aliados, y por eso estuvo preso muchos meses. Vivía en el club desde las cinco de la mañana hasta las seis de la tarde que se iba a dormir, era incondicional. Ellos fueron una escuela para mí ya que siempre me marcó la gente mayor. Los hombres grandes tienen la sabiduría que les dio la vida y que nunca se pierde”, resalta convencido.
Otro de los valores que se destaca en su discurso es la humildad, siempre intacta y poco habitual en una personalidad ilustre con tantos logros significativos. “Yo era uno más, trabajaba igual que todos. Me acuerdo que, como teníamos que pagar una deuda monstruosa, era una costumbre hacer asados cada 15 días para juntar plata y quizás reuníamos 300 personas. Pero lo más cómico fue cuando organizamos una quiniela, que siempre fue un juego clandestino. En un momento determinado, el 90% de la ciudad de Lanús apostaba en el club. Hasta que los quinieleros y las bancas de juego nos delataron con la policía. Como conclusión, Attadía estuvo 25 días preso por levantar juego. Eso era dejar la vida por los colores. ¿Quién consolaba a su mujer? Nos tenía una bronca que nos quería matar (Sic). Por suerte el reconocimiento llegó con el tiempo, ya que uno de los vestuarios que se construyeron en fútbol amateur lleva su nombre”, recuerda con un dejo de conformismo.
Guerrero de mil batallas, el ex presidente granate se muestra firme en sus ideales y pide que cada actividad sea autofinanciada. “Yo siempre reniego de las subcomisiones del club que van a pedir plata a tesorería; cada disciplina debe generar sus propios ingresos. En Inferiores, el problema era que no teníamos fondos y los pocos que se juntaban había que destinárselos muchas veces al fútbol profesional. En la época de Attadía teníamos que financiar todo nosotros: los directores técnicos, preparadores físicos, médicos, la ropa, las pelotas, los sandwiches para los chicos, el mate cocido, los viáticos… Era muy distinto a como es ahora”, señala tajante. Y prosigue: Para llegar a ser tan importante, a Lanús se le dedicó mucho tiempo y atención. No fue sólo por una decisión política de los directivos, sino por una iniciativa de estar encima de las cosas permanentemente. Para eso hay que caminar el club, viajar al interior y recorrer los barrios para buscar jugadores. Uno puede tener buenas intenciones como presidente, vice o tesorero, pero el fútbol profesional te consume toda la plata que se recauda. Entonces, si no hay una subcomisión fuerte de fútbol amateur o infantil es imposible llegar a tener un club como el nuestro”. 
-¿Cuál fue el máximo logro de tu paso por Inferiores?

-Cuando estábamos en Primera C teníamos una quinta división muy buena que llevamos por completo al consultorio del doctor Paladino, un médico y nutricionista reconocido en Argentina. Les hicimos un tratamiento anual a esa categoría que ya había salido campeona en séptima y sexta. De esa camada salieron jugadores como Molteni, Beltrán, Acuña, Sicher, Ramírez, Nigretti, Attadía, Crespín y los hermanos Enrique. Tenímos un equipo espectacular que logró el ascenso con Guerra como técnico. En Primera B los tuvo el Vasco Iturrieta, en donde incorporamos a algunos chicos más jóvenes. En nuestra gestión también se creó la Escuelita de Fútbol, que tenía como técnico al uruguayo Villagrán y le dio lugar a grandes jugadores como Leo Rodríguez, el Caño Ibagaza, Coyette, Kmet… Lo importante es que aquellos que estuvimos en ese momento nos dimos cuenta que el club eran las divisiones inferiores, no hay otra cosa. Lo que atrae a la gente es el jugador que se va vendido, porque en definitiva sirve como obra para la comunidad. Con esa plata se hacen vestuarios, piletas, canchas, colegios… Todo eso sale de abajo.

“El mejor jugador que tenés es el que no tenés”, afirma Díaz Pérez en una frase característica que él mismo explica. “Siempre hay un buen nueve pero tenés que salir a buscar uno mejor. La idea es nutrirse de buenos juveniles y que el plantel profesional tenga cada vez más jugadores nacidos en el club. Si de 30 futbolistas tenés 25 de afuera, casi seguro estás destinado a pelear el descenso y te vas directo a la lona (Sic). Para subsistir se necesita como mínimo un 70% de jugadores surgidos de las inferiores”, insiste.
-¿Qué recordás de tu gestión como presidente?

-Tuve la suerte de conducir al club en una época difícil (1986-89), pero antes había sido peor. Estuvimos tres años en Primera C y no fue por boludos (Sic) como se dice en término criollo, sino porque era la manera de sanear al club. La deuda era monstruosa y la pudimos pagar toda. Es como el país: uno puede tener una nación bárbara, pero si tenés una deuda externa de 200 millones de dólares y siempre querés hacer más, llega un momento que te fundís como pasó acá, que salió el presidente en un helicóptero (por De La Rúa en 2001). A veces hay que parar la pelota y pagar las deudas como hicimos nosotros, que levantamos una institución que ahora tiene 30 disciplinas deportivas. Me acuerdo que ascendimos en cancha de Central Córdoba de Rosario, les ganamos 1 a 0 con gol de Attadía. Y también recuerdo que teníamos un equipo con mayoría de jugadores surgidos de la cantera, salvo Perassi que vino de Boca.

Su voz suena más agradable a medida que se adentra en el relato, que continúa con el punto de inflexión en la historia: Néstor Díaz Pérez abandona el club e inmediatamente regresa para comandar la construcción de un estadio íntegro de cemento. “Cuando terminó mi mandato como Presidente no quise seguir, decidí irme a casa. Recién ahí se me ocurrió la idea de hacer la cancha. Empezamos haciendo un tramo de 25 metros en la tribuna lindera con la calle Arias, que se estaba viniendo abajo. Sin ir más lejos, en un partido con Chacarita se venció y tuvimos que colocarle parantes para que se mantenga en pie. Para recaudar hicimos una rifa gigante y también una campaña para que los socios donen una bolsa de cemento. Por día llegaban varios camiones enteros y además tuvimos apoyo desde distintos sectores; eso quería decir que creían en nosotros”, interpreta sobre el período comprendido entre 1990 y 2003, cuando finalmente se vio coronada su obra majestuosa.
“La clave para hacer la cancha fue la honestidad. Todos confiaban en nosotros porque sabían que no nos robábamos ni un centavo. Se hace fácil cuando tenés una cierta trayectoria y la propaganda de que hacés las cosas bien. Ganarse ese reconocimiento cuesta muchos años, pero para derrumbarlo podés tardar cinco minutos”, agrega a modo de reflexión, a lo que ilustra con una anécdota que le “quedó grabada para toda la vida”. En una ocasión, Néstor Kirchner visitó a su hermano (Darío, actual Intendente de Lanús) en un acto que se realizó en el estadio y cuando bajó del helicóptero le dijo: ‘Qué suerte tenés que la gente de Lanús quiera tanto a tu papá y que el estadio lleve su nombre’. Fue entonces que él lo corrigió y le explicó que Néstor era su hermano. La reacción inmediata del ex Presidente argentino fue preguntarle si hacía mucho que había muerto y, entre risas, Darío le explicó que todavía vivía.
Pese a que nunca intercambió al menos un diálogo con Kirchner, reconoce que conoció a otras dos personas que condujeron anteriormente el destino del país. “A Illia lo vi en una calle de Lanús Oeste mientras tocaba el timbre en una casa. Lo distinguí enseguida pero creí que era una ilusión; no podía ser que fuese él y menos ahí… Era un hombre anciano con un traje y una corbata muy viejos. Como insistió y nadie salió a recibirlo ni le contestó, me acerqué y le pregunté a quién buscaba. Él me contesta que quería ubicar al doctor Biglieri y afortunadamente lo pude ayudar porque la casa era enfrente a donde estábamos parados. Después de la consulta se presentó y fue tanta mi emoción que le di un beso”, recuerda con una amplia sonrisa, al tiempo que confiesa: “Lei mucho sobre él y creo que fue el presidente más honesto que tuvimos. No existe más alguien así. Viene el Papa Francisco y después está Illia”. Asimismo, unos años más tarde se dirigió a la Casa de Gobierno para reunirse con Alfonsín, a quien contactó por intermedio de Eduardo Otero, en aquel entonces Secretario de Deportes, que realizó un gran aporte para construir el Microestadio Antonio Rotili que hoy tiene lugar en la Sede Social.
-¿Qué sentiste cuando viste la obra terminada?
Primero pensé en la gente de Lanús y después en mis hijos. En un momento determinado, el club tomaba un rumbo que yo no estaba de acuerdo y se los hice saber. Nosotros tenemos que trabajar para la comunidad y fundamentalmente para los que menos tienen. El Estado nos dio mucho a nosotros. ¿Cuánto valen las 25 hectáreas que tenemos? ¿Y los préstamos que nos facilitaron? Uno no puede tener un club exclusivo para tres hombres que llegan en autos de último modelo. Nuestra función debe ser ayudar a los chicos de las villas para que jueguen en las instalaciones, conozcan el agua caliente y se puedan meter en la pileta cada verano. Hay que hacer un club grande y para compartir entre todos.
Néstor Díaz Pérez nunca más se separó de Lanús. A los 57 años, su vida sigue ligada al club que lo vio nacer como encargado de la imponente obra en la platea oficial, que culminará por completo en enero de 2014 con la construcción de 20 palcos de primer nivel. Pero fiel a su estilo, él sorprende al destacar otra meta cumplida durante su gestión, quizás la más importante de todas. “Mi mayor logro fue haber sacado a los chicos de la calle, algo que luché durante toda mi vida. Una entidad social debe servir para eso. Hay que dejar de lado el regalo que te da Lanús cuando gana los domingos o la amargura que te genera cada vez que pierde. Para mí es una alegría inmensa entrar al club y ver a miles de chicos que se divierten y de paso le escapan al problema de la droga”, remata con lágrimas en los ojos.

COMENTARIOS

11 respuestas

  1. Cuando Néstor recibía a los socios el día de la inauguración de las torres de iluminación, las primeras, le hice un reportaje para El Sureño de Diario Popular, en el cual comencé cuando el Grana estaba en la C, así que viví todo esos progresos. Esa noche, me dijo y fue subtitulo de tapa, “cuando esa el esfuerzo, comienza el fracaso”. hace pocos días lo crucé en La Mayorquina, no pensaba en su deceso. Gloria, es lo que representará siempre.

    1. QEPD querido Nestor. mi padre y yo lo conocimos en esos años de gestión, ya que trabajamos en el microestadio, realizando las obras del mismo. Muy buena persona, y y servicial.
      Abrazos a la familia

  2. Un ejemplo de humildad y honestidad. Tuve la fortuna de conocerlo y colaborar con sus ideas. Cómo todo grande, muy poco reconocido por las mayorías. Gracias por todo lo que hiciste por nuestro querido Lanús. Hasta siempre querido Néstor

  3. QEPD querido Nestor. mi padre y yo lo conocimos en esos años de gestión, ya que trabajamos en el microestadio, realizando las obras del mismo. Muy buena persona, y y servicial.
    Abrazos a la familia

  4. SE NOS TERMINA DE IR DE VIAJE ETERNO UNO DE LOS HOMBRES MAS INTEGRO QUE SUPO DIRIGIR Y CONSTRUIR NUESTRO CLUB, HUMILDAD, TRABAJO Y HONESTIDAD ÚNICA, QUE EN PAZ DESCANSE!!!!🕊🕊🕊

  5. Nestor, soy Carlos, aquel pibe, algo más chico que vos. Nos juntábamos en el club social, ese que estaba enfrente de San Judas Tadeo. Los años pasaron, hoy vivo en España, pero siempre miro como salió el granate. cada vez que veo la cancha siempre digo que grande Nestor, que cancha hermosa hiciste. gracias por todo lo que hiciste por el club, gracias por preocuparte de los chicos, para que no caigan en la droga, para que conozcan el agua caliente. gracias por haber sido tan buena persona. Un abrazo grande y mi sentido pésame a toda tu familia. te van a extrañar como me resulta extraño a mi que ya no estés.

  6. Es difícil caminar por las calles en Lanús y no encontrarlo, pensar en su enorme corazón y no poder saludarlo. Habría que ponerle su nombre a alguna calle para no respirar su ausencia. Todo eso después de aprender para quienes quería el Club. Para sacar a los chicos pobres de la calle, para que se puedan bañar con agua caliente, para que miren a alguien como Néstor con sus ojos que los miró. Simplemente los miró.

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