Es común escuchar que el fútbol no es como las matemáticas. Es cierto que dos más dos no siempre es cuatro. Sin embargo, una buena preparación físico-futbolística y la astucia para moverse en el mercado de pases son variables que, de alguna u otra manera, conducen al éxito. Este último punto resulta ser la materia pendiente que Lanús se viene llevando a febrero, sin escala previa. Y a simple vista, otra vez parece que no va a ser aprobada.

Pasaron los amistosos sin pena ni victorias de los posibles titulares ante Atlético Rafaela y, a menos de una semana para la reanudación del torneo, que tiene al Granate en una desmotivadora 14° posición a 11 puntos de San Lorenzo (y con un amplio pelotón de equipos en el medio), el nueve de área sigue sin aparecer por Arias y Guidi. Da la sensación que Stracqualursi está cerca. Ahora bien, ¿cuánto valen sus siete tantos en los 20 partidos (18 de titular) del último año con el Bani Yas de los Emiratos Árabes, una liga inhóspita y muy poco competitiva? Ningún nombre te garantiza goles, está claro. Pero la jerarquía se paga. Y, en los papeles, Lanús parece lejos de buscarla. 

La llegada como jugador libre de Román Martínez, de escasos 203 minutos en el último semestre con Estudiantes, también parece ser poco para suplantar la inminente salida del Marciano Ortiz y el regreso en vano de Barrientos, quien se niega a calzarse la casaca granate mientras los Barros Schelotto estén sentados en el banco. ¿Qué está pasando para que algunos profesionales le falten así el respeto a un club que es considerado serio y modelo por muchos? Volver a las raíces puede ser una solución potable. Ningún futbolista, por más importante que sea, está por encima de una institución. Y como alguna vez un talentoso y referente Diego Valeri fue separado y obligado a correr en la pista de atletismo, ¿por qué no aplicarlo a aquellos que son ingratos con sus propios orígenes?

Lo que viene no se ve alentador ni mucho menos. Lejos en el campeonato, con el Flaco Leto en una recuperación engorrosa y sin refuerzos que puedan cambiar la ecuación de un partido complejo, el Laucha Acosta sigue siendo la única carta salvadora de un equipo que ya no puede mentirse más a sí mismo. La realidad está a la vista. Hay que decir las cosas como son.