EL SUR ES GRANATE

Darío Brizuela vive en San Martín de Los Andes y podrá asistir a la fiesta del Centenario de Lanús gracias al original escrito que rememora el sentimiento unánime del hincha tras la consagración en el Apertura 2007, el primer y único título en Primera División. Como se lo impedía la distancia, las dos entradas fueron retiradas por su amigo Edgardo, a quien cita en reiteradas ocasiones durante su sentido relato.

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Los Albañiles

Pellizcame Pájaro, pellizcame y con todos estos incrédulos alrededor de esta mesa de testigos. Y te aclaro Pájaro que vos sabés que esta mesa es sagrada para mí. El bar de Carmelo es un santuario para nosotros, pero bueno, como no voy a sentir esto que siento hoy.

Y mira que a veces el fútbol es ingrato, es injusto y te confieso Edgardo: con la historia que tiene el club, por qué se hizo esperar tanto este momento, sublime, inexplicable, colmado del abrazo con los desconocidos en esa tribuna ajena, el enjambre de remeras revoleadas, la alabanza rigurosa, las lágrimas desparramadas entre padres e hijos, entre nietos y abuelos, sabiendo que se suicidó este vía crucis. Este desierto de logros siempre imaginados, de finales inconclusas, de descensos y ascensos repetidos.

Pero se acabo Edgardo, ya está. Por eso, a ver qué nos van a decir estos charlatanes este lunes después de las seis, cuando rodeemos la mesa del rincón intocable. La que tenemos abonada hace cuánto tiempo. Unos 22, 23 pirulos. Sí, la del ventanal que da a la 9 de Julio, que hoy es un nido de guirnaldas blancas y granates, fresco y dulce como un vino tinto acuñado en roble.

Cuántas sensaciones Pájaro. La de la embriaguez como cuando besás por primera vez a tu novia en la esquina de su casa de Lituania y Ugarte. Y se te escarchan los nudillos esperando el Andrade. Cuánto martirio esperando este Mesías, qué carajo me importa si el Apocalipsis azteca es este año. Para mí ya está Edgardo, que se termine el mundo, que agonice si quiere este planeta.

Pero eso sí, que esta tarde de 2007 que sea eterna, como todos los alambrados posibles. Aunque sean de tardes grises e ingratas como cuando un burro pierde por una cabeza y uno apostó todo el aguinaldo esperando otra vez el domingo. El ritual intacto, la vieja y el tuco apurado para comer antes y ver a la reserva. Cómo despegarme, entonces, de cada baldosa aniquilada con el paso veloz para ocupar cada uno su lugar cabulero de cada tarde.

Hoy más que nunca, cómo no tirar una pared con los fantasmas de los Albañiles. Cómo no salir jugando con el pecho inflado entre Silva y Acosta. Y meter un chanfle para que “El Loco” De Mario le haga un nudo imaginario a las rodillas de Marzzolini.

Acá estoy Edgardo, con el ahogo en la garganta, descifrando tanta felicidad. Con la excusa de un vermouth, con mis sienes descansando porque se acabó la sequía. Pájaro, se acabó la sentencia de un inalcanzable “Dale Campeón”. Y por eso date el gusto Edgardo. Desde tu afonía, quedate mudo si querés y ayudame de rodillas a dar la vuelta olímpica que te quiero ver otra vez al lado mío, empañando con lágrimas esta tarde de la que no quiero despedirme nunca más.

Darío Brizuela

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