En la cancha Nº 2 del Polideportivo, las categorías menores de Lanús recibieron a Banfield en una serie electrizante y consiguieron seis de los nueve puntos en disputa. La séptima y la octava ganaron sus encuentros con claridad, mientras que la novena no pudo con el Taladro.
Que comience la fiesta
Los muchachos de la séptima, dirigidos por Egidio Acuña, fueron los teloneros de una fecha que pintaba para una fiesta. Tal es así que, al entrar el equipo a la cancha, fueron recibidos con fuegos artificiales granates. Eso parece haber motivado a los chicos porque, a pesar de la tensión que se respiraba de entrada, después se comieron la cancha desde el primer minuto. Con una dinámica y un juego directo tuvieron al Taladro todo el partido contra su arco y parecía que la pelota no quería entrar de ninguna manera. Un remate en el travesaño de Herrera y otro de Lodico que pegó en el ángulo de afuera de la red, para destacar algunas llegadas.
En el segundo tiempo llegó el gol por parte de Aranda, en una pelota que tomó del rebote de un córner y la colocó al primer palo del arquero visitante. De ahí en más, el partido fue decayendo pero Lanús siguió mandando y manejando los tiempos, ayudado por su rival que no llevaba peligro al arco defendido por Freire.
Ya en el final del partido los ánimos se volvieron un poco tensos, tanto que uno de los líneas confundió con un profe de la institución al presidente del Club Lanús Alejandro Marón, que observaba el partido. Primero lo invito a retirarse del campo de juego y hubo un encontronazo. Cuando el juez dio cuenta de su error sólo atinó a pedir disculpas. A pesar de todo esto, ganó el Grana con festejo eufórico en el vestuario.
Con el triunfo de la séptima, era turno de la octava de Salomón, que necesitaba volver al triunfo después de caer frente a la Academia. En un partido donde Lanús volvió a ser el protagonista, con una propuesta de juego asociado y por tener bastantes situaciones de riesgo, aun así el gol no se hacía presente. Casi al término de la primera parte hubo un tanto mal anulado a Donato que hubiese sido el 1 a 0 para el local.
La justicia apareció apenas comenzado el segundo tiempo, con un centro desde la izquierda que Donato cambió por gol con un certero cabezazo. Desesperado, Banfield salió a buscar el empate pero sin claridad y dejó algunos espacios para que el local pueda hacer de las suyas. Y así tuvo lugar el segundo del Granate sobre el final. Fue una obra de arte del ingresado Alderete, pisadita de babi-futbol con caño incluido, seguido de una definición exquisita al segundo palo.
Al escuchar el pitazo final se desató la alegría de los pibes, que comenzaron el tan merecido festejo por volver al nivel y ganar ni más ni menos que el clásico, que obviamente tuvo una dedicatoria especial. «Un minuto de silencio…», fue el hit del vestuario ganador.
La novena cargaba con la responsabilidad de cerrar una jornada de local que venía redonda. Tras empatar agónicamente frente a Racing, el equipo de Alonso quería cambiar la cara después de un arranque irregular. Pero esta vez la historia fue distinta, ya que Banfield comenzó siendo mejor y el Grana entró con una actitud un poco pasiva. Si bien el Taladro era superior tuvo esporádicas situaciones de riesgo que el arquero Lotito, de lo mejor del local, supo contener. El conjunto de Alonso pudo haber llegado al gol por un blooper del arquero visitante, quien casi la mete en su propio arco. Hasta que sobre el final cayó un baldazo de agua fría producto del gol de Agustín Urzi, se puso al frente a la visita en el marcador.
Al irse al vestuario perdiendo, en el segundo tiempo los pibes del Grana cambiaron la actitud y fueron a buscar, quizás no de manera ordenada pero que era suficiente para contagiar y armar un partido de ida y vuelta. Con el correr de los minutos, el nerviosismo empezó a jugarle una mala pasada a Lanús, que se llenó de amarillas y protagonizó unos cuantos roces que provocaron la euforia del público con reclamos al árbitro del encuentro. Costaron las pelotas divididas y hubo imprecisiones, pero tranquilos: todavía hay tiempo para mejorar y seguir trabajando. ¡Que no decaiga, chicos!
Por Cristian Daniel Tavoliere