Lanús protagonizó un papelón futbolístico en Sarandí. En el peor partido de la era Carboni y uno de los más flojos de los últimos tiempos, cayó ante un casi descendido Arsenal y mostró síntomas de un equipo desalmado, sobre todo en el primer tiempo. Muy preocupante.
Para la mayoría era un trámite. Aquellos más precavidos aspiraban igualmente a un triunfo seguro. En casi nunca cabeza se temía una derrota semejante. Lanús pasó vergüenza en Sarandí. Por momentos dio lástima. Un sinfín de errores llevaron al equipo de Carboni a jugar su peor partido del año y, tal vez, el más flojo en muchísimo tiempo.
Sin Andrada, Pasquini y Acosta por distintas lesiones, el Granate salió al Julio Humberto Grondona con gran parte de la estructura titular en la consideración del DT y los hinchas. Salvo García Guerreño (un concierto de pases mal entregados), el resto de la defensa estaba compuesta por juveniles formados en la cantera. El medio era el mismo que la rompió contra River y se había ganado un voto de confianza. Y arriba, pese a que el Laucha es irremplazable, aparecían Silva y Marcelino acompañando a un Bruno Vides que cortó la sequía en la ida contra Sporting Cristal.
Sin embargo, los buenos diez minutos iniciales se derrumbaron a partir del gol de Chaves, desde una pérdida por la banda derecha que encontró un hueco gigante entre los centrales. Casi una constante en la era Carboni: un tanto del rival es suficiente para provocar el declive futbolístico. Lo más preocupante es que esta vez no fue sólo en el juego, sino también en la actitud.
El primer tiempo de Lanús -con bajas actuaciones individuales y colectivas- dejó síntomas de un equipo desalmado, carente de respuestas, por momentos sin ganas ni fuego sagrado para romper el molde con algún gesto de rebeldía. Una patada, una protesta, un grito para despertar a los suyos. Nada de nada. El único que inquietaba con su velocidad era Marcelino. Los únicos que la pedían siempre eran Marcone y Lodico. Los demás, entre imprecisiones y apariciones nulas, brillaban por su ausencia.
Lanús parece ser una máquina de revivir a los muertos. En este torneo ya perdió contra Olimpo de local, Chacarita y ahora Arsenal, los últimos tres en la tabla de promedios.
En ese aspecto, a los últimos que se les puede reprochar algo es a los pibes del club. No tuvieron un buen partido, es cierto. Pero los que deben encabezar la lista de reclamos son los jugadores de experiencia y trayectoria. Algunos aparecieron, más tarde, con el marcador 0-2 en el comienzo del segundo tiempo. Marcone, capitán y abanderado. Alejandro Silva dio un giro de 360 grados desde su retroceso en el campo al puesto de lateral derecho. Los dos, con mucho amor propio, pusieron con poquito a Lanús de nuevo en partido. No alcanzó, la historia ya estaba escrita.
Esta preocupante actuación del Grana ante un casi descendido Arsenal abre varios interrogantes. El más importante, cómo responderá desde lo anímico y mental a este golpe teniendo en cuenta que el miércoles se juega la clasificación a la siguiente fase de la Sudamericana, uno de los objetivos primordiales del semestre. Está a la vista que hacen falta cambios. Fundamentalmente de actitud, más que de nombres o de sistema táctico. Lanús no puede seguir rifando tanto prestigio ganado. Menos en el ámbito internacional, que lo tuvo en la cumbre de América tan sólo tres meses atrás.