UN CUARTOS DE LIBRA

¡Vaya si vale este triunfo de Lanús! Fue un año pesado y marcado por las adversidades. Desde la fractura de cráneo que impidió ver a Leto en acción hasta la trágica muerte de Barisone, con varios contratiempos menores en el medio. Pero el Granate demostró en La Plata que sigue de pie. Más vivo que nunca. O como no se lo veía hace mucho. En algún punto, y salvando la enorme distancia, el equipo que le puso freno de mano a un entonado Independiente, ganó por primera vez en el estadio Único y se metió entre los ocho mejores de la Copa Argentina se asemejó a aquel que alzó la Copa Sudamericana en 2013. La comparación, odiosa quizás, no es exagerada.

Si bien varían los intérpretes, se mantiene la idea. No está la vieja columna vertebral que conformaban Marchesín-Goltz/Izquierdoz-González/Somoza-Silva. Con los partidos, Guillermo logró encontrar las piezas perdidas: recuperó un arquero confiable como Ibáñez, el orden defensivo gracias al trabajo encomiable de Gómez, el buen pie en la zona de creación con la sociedad Román Martínez-Castellani y a un nueve guapo y luchador como Sergio González. Eso no es todo: el Granate convirtió siete goles y no recibió ni uno en el certamen que siempre le había resultado esquivo. Desde los nombres no convence tanto, es cierto. Pero créanme que el fuego sagrado y la mentalidad ganadora que imprimieron los mellizos Barros Schelotto continúa vigente.

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Otra virtud de ese Lanús tenía como sostén la alta efectividad y contundencia en el arco contrario. Una característica que se repitió ante el Rojo: dos llegadas, dos goles. Ambos de los refuerzos. Y de buena factura, además. El control que acompaña la definición junto a un palo de Román Martínez es una muestra de talento y categoría que pocos pueden exhibir. Ni hablar el fierrazo de Castellani luego de un ataque a puro toqueteo, con taco incluido del Laucha Acosta dentro del área. Es, ni más ni menos, el sello distintivo que mejor lo identifica a lo largo de su centenaria historia.

La noche platense fue tan redonda que las tres mil almas granates hasta se dieron el gustazo de disfrutar del Flaco Leto a un costado de la cancha (ya volverá su magia dentro del verde césped). Y también le rindieron un sentido homenaje al Zurdo Jerez, asesinado hace dos años en el ingreso a esa misma tribuna. Todos juntos alentaron por un objetivo común: el bien de Lanús. Para llegar al final del camino, cada pata debe estar unida a la mesa. Ojalá este paso sea el punto de partida.

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