Durante la década del 80, Gilmar Villagrán fue sinónimo de Lanús. Lejos estaba el club de poder armar grandes equipos como Los Globe o Los Albañiles, más lejos aún de los nombres rutilantes de otros tiempos, como Dante Lugo, Manolo Silva o José Luis Lodico. El club había perdido terreno, venía de jugar en la primera “C”, y volvía a aparecer en los diarios detrás de un apellido hasta ahí desconocido, Villagrán, y un nombre muy particular: Gilmar. “¿Sos de Lanús? Ahí juega Villagrán, el de los tiros libres, ¿no?”
Nacido un 6 de septiembre de 1961 en Colonia del Sacramento, después de jugar en la Liga local para el Plaza Colonia, Gilmar llegó a Lanús en el verano de 1984 por gestión del gran formador granate de entonces, su compatriota Ricardo Acosta Bonnet. Humilde, respetuoso, de poco hablar pero certero y agudo en sus dichos, pronto comenzó a mostrar su calidad. Pese a que empezó a usar la 10, era más delantero que armador, y su remate de pelota parada era implacable. Se paraba a dospasos del balón, le pegaba con suavidad y la colocaba en un ángulo. “¡Uruguayo, uruguayo!” cantaban los hinchas del River de Francescoli, del Racing de Rubén Paz y también los del Granate de Gilmar…
En su estadía de ocho años tuvo varios socios futbolísticos. En el 84 se entendió muy bien con Héctor Vicente, después con Leo Rodríguez, con el Zorro Zalazar, con Guillermo Alonso. Con el Mingo Angellelo, su compadre más querido, armaron un tándem izquierdo muy veloz y efectivo, y en el tramo final de su paso por el club habló el mismo idioma futbolístico del Negro Enrique. Vistió la camiseta granate en 316 partidos y marcó 112 goles. Sufrió su primera decepción en cancha de Atlanta en 1984, cuando el equipo de Ramón Cabrero estuvo a punto de eliminar a Racingpor el segundo ascenso a Primera. Volvió a padecer en el Chaco, en mayo del 89, cuandoa poco del final estrelló en el travesaño un tiro libre que lo llevaba a Primera, y fue gran protagonista del sorpresivo retorno a la “A” conseguido un año después en la vieja cancha de Quilmes de la mano de un joven Miguel Ángel Russo, luego de 13 años de ausencia. Fue el 28 de julio de 1990: su conversión del 4º penal decretó el ansiado ascenso Granate y desató la fiesta inolvidable.
De aquel paso fugaz por la Primera A, que terminaría con el retorno casi cantado al Nacional “B” a mediados de 1990, queda el recuerdo del público de Lanús desbordando todos los escenarios, y la figura de Villagrán, quien al año siguiente, de nuevo en el Nacional B, será parte de un equipo inolvidable, siempre con Russo como DT, integrando el ataque con Héctor Enrique, el Pampa Gambier, el Mingo Angellelo y Nenito Baillie. Un inolvidable 24 de mayo de 1992 en Arias y Guidi y ante Maipú de Mendoza, el uruguayo convirtió el segundo gol de un triunfo que significó el retorno definitivo de Lanús a la A. Seis meses después, Miguel Ángel Russo le comunicó que no iba a ser tenido en cuenta, y Gilmar continuó jugando tres años más en Los Andes, donde también fue ídolo y partícipe fundamental del ascenso al Nacional Blogrado en 1994 por el Milrrayitas.