HASTA LA VISTA, BABY

El sistema 4-3-3 que tantos resultados le dio al Lanús de Guillermo ya no es lo que era. Le encontraron la vuelta y no lastima como lo hacía antes. Llegó el momento de cambiar, de darle aire fresco al equipo. Todavía se está a tiempo.

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Pareciera que agoniza lenta y dolorosamente, que está groggy y al borde del nocaut, aunque hay momentos en los que esquiva los golpes y recupera la confianza. Se va al rincón y trata de tomar alguna mínima bocanada de aire para evitar el sofocón, pero no hay caso. La luz al final del túnel encandila como nunca antes y todo hace indicar que el epílogo -previsible- está cerca. Demasiado cerca. Aunque duela admitirlo, el esquema 4-3-3 que ideó Guillermo Barros Schelotto y que llevó a Lanús a la conquista de Sudamérica ya no es lo que era. Está debilitado, casi vencido. Y los rivales le encontraron la vuelta. Ya no lastima. O en todo caso, lo hace cada vez menos.

Cuando el Mellizo arribó al Sur del Gran Buenos Aires para dar sus primeros pasos como entrenador, propuso un 4-4-2 tradicional para debutar en el Torneo Inicial 2012 frente a Colón, en Santa Fe. Fue derrota por la mínima, al igual que en la fecha siguiente ante Newell’s, en La Fortaleza. Era un equipo apagado, sin sorpresa y con poco juego. Recién en la tercera jornada, en la visita a Vélez, el DT armó algo similar a un 4-3-3, con Mario Regueiro y Silvio Romero bien abiertos arriba más Gonzalo Castillejos como punta de lanza. Fue victoria, histórica, 2-0. A partir de ese momento, Guillermo le tomó cariño al sistema, quedó endulzado y lo adoptó para siempre.

Es cierto que habrán cambiado en alguna oportunidad de acuerdo con el resultado, pero el 4-3-3 se convirtió en la marca registrada de los hermanos Barros Schelotto. Lo trabajaron, lo aceitaron y rápidamente metieron al Granate en los primeros planos del ámbito local. En la Copa Sudamericana que Lanús ganó en diciembre, sólo en un encuentro no utilizó el 4-3-3: fue en Santiago de Chile, ante La U, contra la cual salió con un volante más para cuidar el 4-0 de la ida. El continente quedó asombrado con el estilo y el volumen de juego. Todos marcaban, todos atacaban. Era un relojito envidiable. Pero no hay nada, bueno o malo, que sea eterno…

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A Lanús le encontraron la vuelta, pero también Lanús ya no es el mismo. Se fueron piezas importantes del andamiaje del Mellizo como -por ejemplo- la dupla de zagueros, Paolo Goltz y Carlos Izquierdoz. Como nunca quedó a la vista que ambos no sólo eran el sostén de la estructura sino que además eran de un nivel superlativo, ya que corregían sus errores y los de los demás. Hoy, de ese 4-3-3 de colección, sólo queda la disposición de los jugadores en la pizarra. Las líneas ya no están juntas, los volantes tienen menos injerencia en la creación de juego y se depende exclusivamente de lo que hagan Lautaro Acosta y Silvio Romero. O también, de la pelota parada a cargo del botín derecho de Víctor Ayala. El manual se humedeció y las letras se borronearon.

Para colmo, al Granate tampoco lo acompañó la suerte. Quizá si hubiese gozado de un guiño del destino en alguno de los partidos que perdió, le habría resultado más fácil acomodar la estantería. Pero ni siquiera eso. El 4-3-3 es historia. De la gloriosa, por supuesto. Pero, también, de la que no hay que prolongar. Hasta la vista, baby.

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Llegó el momento de cambiar, está claro. Trocar el esquema para cortar la racha. Hay materia prima para modificarlo sin dejar de lado el estilo ambicioso, ofensivo y de pelota a ras del piso que pregonó siempre Guillermo. Una opción sería armar el equipo a partir del doble cinco Leandro Somoza-Jorge Ortiz. El Marciano resulta indispensable para un mediocampo que no tiene un pasador claro, salvo el juvenil Jorge Valdez Chamorro, habitual espectador en el banco de los suplentes. Después, dos volantes externos. Probar con Iván Bella por izquierda, en su posición habitual. Recurrir a Diego González/Ayala para la otra banda. ¿Y por qué no experimentar con Lautaro Acosta como un falso ‘8’? Como hizo Luis Zubeldía con el Toto Salvio. ¿Arriba? Romero y alguien más. ¿Qué te parece?

No todo está perdido, a pesar del mal arranque en el semestre. Todavía hay tiempo de dar un giro de timón y de torcer un rumbo que conduce -por ahora- a un mar de incertidumbre. Pero hay que apurarse y estar preparados, no sea cosa que el próximo golpe sea el de gracia. Hay que evitar la cuenta atrás.

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