Lanús no encuentra el rumbo y cada vez el pozo es más profundo. En seis días quedó afuera de las dos copas -ahora la Argentina- y ocupa los últimos puestos en el torneo local. El domingo, de nuevo contra Godoy Cruz, es imperioso no sumar otra derrota.

Invierno. Hace frío. Es de noche. Cada vez oscurece más temprano. No hay luz en el horizonte. El panorama se ve lúgubre y desolador. ¿Cómo escapamos de acá? ¿Cuándo vuelve a salir el sol?

13 de julio. Recién es mitad de año. Se siente mucha tristeza. Ya queremos que llegue el Mundial. Quedan tres meses y medio de relleno, para salir del abismo y no tener que sacar la calculadora en 2023. Afuera de todo y sin motivación para encarar las 20 fechas de un torneo que asoma interminable.

¿Alguien se va a hacer responsable de esta crisis futbolística? ¿Alguien va a salir a dar la cara? Pobre de Rodrigo Acosta, que agarró un fierro caliente por su amor al club y en pocos días recibió dos cachetazos que nos duelen a todos.

Sin peso en AFA para atrasar un partido que pudo haberse jugado en otro momento. Con incorporaciones que llegan a destiempo para apagar un incendio que cada vez es más grande. Lanús tocó fondo hace rato. Y nadie sabe cuan más abajo se puede caer.

¿Un arquero puede ser la salvación en este momento? Ojalá. Siempre se dice que un equipo se arma de atrás para adelante. Sin embargo, el problema parece ser más de fondo. Estructural. Entonces, los cambios deben ser más importantes.

El domingo, en Mendoza, tiene que existir una sola premisa: NO PERDER. Con los métodos que sean necesarios, no importa cuáles. Como la línea de cinco que implementó Zubeldía en 2018 para traerse un 0 a 0 de Tucumán, que sirvió para asomar la cabeza. De esta se sale todos juntos. Y el ejemplo tienen que darlo desde arriba.

Fotos: gentileza de Revista Onda Deportiva