Hijo de uno de los ciudadanos destacados del primer loteo de Villa General Paz, el actual centro de Lanús Este, Carlos Martín Volante nació en 1905 a dos cuadras de Arias y Acha, donde hoy se levanta La Fortaleza. A los 17 años se incorporó a las divisiones menores de Lanús y debutó en Primera en 1924. Disputó 12 partidos, fue incorporado al Servicio Militar y ya no volvió. Entre 1926 y 1930 jugó en San Martín, Platense, San Lorenzo, Vélez y la Selección Nacional. Integró una de las primeras camadas de argentinos que emigraron al fútbol italiano. Vistió las camisetas del Nápoli, el Livorno y el Torino de Italia entre el 30 y el 34, jugando un año en cada club. Contrae enlace en Turín con una joven de familia diplomática. A mediados del 34, perseguido por el gobierno de Mussolini para incorporarlo al ejército fascista, huye por la frontera con Suiza ayudado por la embajada de ese país. Entre 1934 y 1938, fiel a su costumbre, un año en cada club, juega en el Rennes, en el Olympique y en el París Fútbol Club. En la Ciudad Luz se relaciona con el mundo del arte y la cultura, y tiene como gran amigo a Oscar Alemán, entonces guitarrista de Josephine Baker. A mediados de 1938, con la guerra pisándole los talones, Volante sólo piensa en escapar de Europa antes de que sea demasiado tarde. El músico lo presenta a la delegación de Brasil que participa del Mundial de Francia, a la que se suma como masajista. Con ellos logra salir de Europa y en agosto de 1938 se incorpora al Flamengo de Brasil, club donde escribirá otra gran historia: Volante había aprendido a jugar de una manera diferente, como único mediocampista central, y el equipo giraba en torno a él. Con esa variante táctica, el Mengo sorprendió al fútbol brasileño. Fue tres veces campeón, y pronto los técnicos rivales le empezaron a pedir a sus jugadores que imiten sus movimientos: “parate como Volante, jugá de Volante”. El apellido de Carlos se instaló en toda Latinoamérica como sinónimo de centro-half. Jugando como Volante se consagraron León Strembell, el Nene Guidi y José Luis Lodico, tanto como Obdulio Varela, Pipo Rossi o Rattín, el cambio táctico fue determinante en todo el fútbol sudamericano. Se retiró en Brasil en 1943 con toda la gloria. En 1945 volvió a su hogar lanusense, del que había partido quince años antes. Su fama le permitió elegir donde comenzar otra etapa: fue técnico del Granate en 1945, pero ya todo había cambiado. Ni el ni su familia pudieron adaptarse a la vida en Lanús. Retorna al Brasil en 1946. Dirige al Internacional de Porto Alegre, luego de un intervalo de dos años entrena al Vitoria, y en 1960 es contratado por el Bahía FC para que lo dirija en la final de la Copa Brasil, en la mejor campaña de la historia del club, que luego de ganar en la cancha del Santos, pierde la revancha en Bahía y misteriosamente se queda sin técnico. Con Carlos Volante como entrenador, el Bahía vence al equipo de Pelé en el tercer partido, jugado a estadio repleto en el Maracaná, y clasifica al humilde equipo norteño a la primera edición de la Copa Libertadores de América. Permanece en Bahía dos años, y luego se muda a Río de Janeiro hasta mediados de los setenta. Luego de visitar su casa natal por última vez, retorna a Turín con su mujer y sus dos hijas, donde fallece en 1988.